La Fe nos Salvaguarda y nos Sana
La fe en general se puede definir como la confianza o creencia en algo o alguien. Puede ser la aceptación de una creencia, u opinión declarada por alguien con certeza, conocimiento o experiencia, o como la hipótesis de que algo considerado por uno mismo es correcto aunque falten suficientes pruebas para llegar a una seguridad sobre ese algo. En definitiva, la fe va de la mano con la confianza.
La fe desde la perspectiva cristiana es un concepto que se deriva de la palabra hebrea emuná que significa tres cosas: firmeza, seguridad y fidelidad. Para el cristiano, una fe que no tenga seguridad o fidelidad es como un cuerpo sin espíritu, es decir: es una fe muerta; “porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:26). En la carta a los Hebreos se dice que "la Fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1). La fe es la esperanza fiel que nos da convención, credulidad, convencimiento de que somos salvos por Nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, la fe tiene el poder de mover las montañas de nuestros miedos.
La fe en general se puede definir como la confianza o creencia en algo o alguien. Puede ser la aceptación de una creencia, u opinión declarada por alguien con certeza, conocimiento o experiencia, o como la hipótesis de que algo considerado por uno mismo es correcto aunque falten suficientes pruebas para llegar a una seguridad sobre ese algo. En definitiva, la fe va de la mano con la confianza.
La fe desde la perspectiva cristiana es un concepto que se deriva de la palabra hebrea emuná que significa tres cosas: firmeza, seguridad y fidelidad. Para el cristiano, una fe que no tenga seguridad o fidelidad es como un cuerpo sin espíritu, es decir: es una fe muerta; “porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:26). En la carta a los Hebreos se dice que "la Fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1). La fe es la esperanza fiel que nos da convención, credulidad, convencimiento de que somos salvos por Nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, la fe tiene el poder de mover las montañas de nuestros miedos.

Los apóstoles concebían que no era fácil mantener firmemente una fe viva, operante y fuerte, y le pedían ansiosamente a Jesús que les aumentara y les cuidara su fe. Tener fe en Dios es fiarse en Dios, y en muchas ocasiones durante la vida esto puede ser muy dificultoso. La fe fácilmente puede desfigurarse por exceso o por defecto. Podemos faltar frente a Dios si pretendemos hacer más de lo que podemos, o si no hacemos lo que debemos. La frase popular que dice “a Dios rogando y con el mazo dando” es una frase que expresa muy ciertamente los dos componentes necesarios de nuestra vida en la fe, en el creer y en el actuar.
Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de fortaleza lleno de amor, buen juicio y moderación (2Tim. 16:8). San Pablo es un ejemplo de la fortaleza con la que la fe nos unge. Aun estando preso, abandonado, y a punto de ser ejecutado, él nos enseña cómo enfrentar momentos de dificultad y angustia ante los sufrimientos
personales y sociales que tengamos que soportar. Pablo confirma en dicho que dice “Dios aprieta, pero no ahoga.”
personales y sociales que tengamos que soportar. Pablo confirma en dicho que dice “Dios aprieta, pero no ahoga.”

En la carta de Santiago observamos que una fe sin obras es una fe muerta. San Pablo añade que la fe se debe manifestar en las obras de caridad, en el amor verdadero que se conoce por las obras, no por las palabras, por eso se podría señalar que las obras son tan significativas para la maduración en la fe, que cuando no se actúa como se piensa, se acaba pensando cómo se actúa. Consecuentemente, si no actuamos de acuerdo a la formación de fe, terminaremos deteriorándola hasta perderla.
Nuestra actitud debe ser positiva afirmándonos a la misericordia de Dios. Y como los apóstoles debemos exclamar: “Señor, danos más fe, ayúdanos a creer más”. La fe da sentido y orientación a nuestra vida. Por consiguiente, debemos pedir al Señor que nos ayude a vivir la vida con fe, a entender las cosas que pasan en nuestro mundo con una mirada de fe. Jesús dijo que los limpios de corazón verán a Dios porque es inaudito creer en El y no vivir en gracia de su fe. Esa fe es la que nos hace libres de cualquier atadura u obligación y que, al mismo tiempo, nos compromete y nos pone al servicio de Dios y de nuestros hermanos, especialmente en los más necesitados. La fe es gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza (2Tes. 2:16).
Nuestra actitud debe ser positiva afirmándonos a la misericordia de Dios. Y como los apóstoles debemos exclamar: “Señor, danos más fe, ayúdanos a creer más”. La fe da sentido y orientación a nuestra vida. Por consiguiente, debemos pedir al Señor que nos ayude a vivir la vida con fe, a entender las cosas que pasan en nuestro mundo con una mirada de fe. Jesús dijo que los limpios de corazón verán a Dios porque es inaudito creer en El y no vivir en gracia de su fe. Esa fe es la que nos hace libres de cualquier atadura u obligación y que, al mismo tiempo, nos compromete y nos pone al servicio de Dios y de nuestros hermanos, especialmente en los más necesitados. La fe es gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza (2Tes. 2:16).

San Pablo habla sobre la importancia de la fe para ser justificados, y asegura que mediante la fe tendremos acceso a la gracia del Señor. El reconoce que es de tan suma importancia la fe, que sin ella no podremos llegar a la salvación. Auméntanos la fe, dicen los Apóstoles a Jesús. (Lucas 17, 5). Un seguidor de Jesús también le dice, “Señor, yo creo, pero ven en ayuda de mi falta de fe". La fe es, sobre todo, un don de Dios que hay que pedir con humildad y constancia, confiando en su poder y en su bondad sin límites. Hay que acudir con frecuencia a Dios nuestro Señor, para solicitar, para suplicarle con todas nuestras fuerzas, con el alma, que nos aumente la fe, que nos haga vivir alimentados de la gracia de la fe. Pero también, como discípulos de Jesús, debemos prepararnos, poner riendas, en la formación de nuestra fe porque nuestro Señor nos armará con palabras sabias para salvaguardar y propagar nuestra fe.
¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? (Habacuc 1: 2) ¿con quién está nuestro Dios, con su pueblo, o con los tiranos e injustos de su pueblo? Es una pregunta que se hacen ahora muchos cristianos, cuando observan la presente crítica situación social y moral de muchas personas y pueblos en la tierra. Los tiempos de Dios no son nuestros tiempos y, al final, la fe del justo triunfará sobre la protuberancia y arrogancia del injusto. Mientras tanto, debemos persistentemente seguir viviendo nuestra fe enérgica y confiadamente. Hagamos todo lo que podamos y por defender el bien y la justicia, y confiemos en que Dios, al final, impondrá una verdadera justicia sobre la tierra. Y como dice las Sagradas Escrituras, el justo vivirá de la fe. No nos avergoncemos ni decaigamos de ser testimonios vivientes de Nuestro Señor.

La fe es un consuelo para nuestras preocupaciones y nuestras fatigas. Es una virtud que nos hace ver la vida de una forma distinta. La fe es una luz que nos alumbra y nos hace sonreír ante las dificultades, nos da paz y calma ante el dolor y el sufrimiento, y nos impulsa en el quebranto. Un buen cristiano debe vivir en la fe, vivir aunque parezca morir. Vivir en fe es vivir la misma vida de Jesús. Jesús, no dudó ni un momento en dar su vida por nosotros, y nosotros como cristianos debemos presurosamente recurrir a Jesús del mismo modo.

A pesar de ser una gracia, la fe es también una virtud que debemos fomentar y salvaguardar. No podemos crecer en la fe si no conocemos a Jesús. Conociendo a Jesús y abriendo nuestro corazón a su amor ayudará a cuidar que nadie ni nada entibie nuestra fe. De pequeños nos enseñaron que la fe era cumplir mandamientos, seguir reglas, alcanzar objetivos, llevar adelante obligaciones y eso ha hecho que hayamos perdido la parte festiva y gozosa de la fe, esa que la convierte en un regalo, en un don, en una acción de gracias porque Dios cuenta con nosotros, porque nos quiere y porque quiere, por encima de todo, nuestra felicidad. Es por eso que la fe es uno de los frentes más atacados por el enemigo que se empeña en enfriar y opacar nuestra fe. Es por eso que debemos rescatar la imaginación, la espontaneidad y la improvisación en la formación de nuestra fe, en nuestro crecimiento espiritual. Hay veces que es hasta necesario rescatar nuestra niñez para darle sazón a nuestra mentalidad.
Jesús, convincentemente enfatiza sobre la importancia y el valor supremo de la fe, y nos indica que quien cree, es capaz de realizar las más grandes hazañas, no temerá ni a la vida ni a la muerte, acogerá las cosas con una actitud positiva, y vivirá siempre sereno y esperanzado. Mas sin embargo, bien sabe Dios cuanto nos cuesta creer. Por
eso Jesús decía que la fe es el verdadero milagro que ocurre en el corazón de las personas. Con muchos con los que Él se encontró y ayudó les elogió por su fe, porque su fe fue la que les realizó el milagro. La fe es el supremo de los milagros. “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa montaña: "Arráncate de raíz y plántate en el mar," y os obedecería.” (Lucas 17:5)
eso Jesús decía que la fe es el verdadero milagro que ocurre en el corazón de las personas. Con muchos con los que Él se encontró y ayudó les elogió por su fe, porque su fe fue la que les realizó el milagro. La fe es el supremo de los milagros. “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa montaña: "Arráncate de raíz y plántate en el mar," y os obedecería.” (Lucas 17:5)

Vivir en fe es descubrir a Dios como compañero en nuestra propia vida, nos ayuda a confiar que las cosas pueden mejorar y enfoca nuestra visión directo hacia el Señor. Vivir con fe es saber afrontar las tribulaciones, el dolor, las frustraciones y el mal en el mundo con una esperanza y un ánimo muy grande, ya que Jesús también probó el amargo sabor del dolor y la cruz para dar un nuevo sentido a nuestra vida, un sentido de resurrección. Vivir con fe es vivir felices y no entristecidos, vivir animados y no agobiados y vivir libres y comprometidos y no obligados. Vivir la fe es mirar el mundo con los ojos de Dios. La fe es confianza, es el gran milagro de Dios de cada día. El que cree en Dios, confía en su palabra y sabe que Dios no fallará. La fe es un escudo protector que nos salvaguarda y nos sana.

La fe nos encamina a la Eucaristía, comunión comunitaria, cuerpo y sangre compartidos y repartidos para fomentar nuestra fe, para seguir experimentando a Dios que se da y que se encamina con y en nosotros. La fe nos compromete, nos hace discípulos siendo levadura del Evangelio que es la luz de la fe y la gracia del amor que nos conduce a descubrir a Dios por los rincones más profundos de nuestras almas. Pidamos al Señor que nos aumente la fe, luchemos para mantenerla íntegra, para vivir siempre en la gracia de Él. Nuestro cuerpo es la semilla que ha de morir para dar vida a un eterno existir. Si se siembra un cuerpo mortal resucitará una gracia espiritual.