El día de la Calendaria se celebra, según el calendario o santoral católico, el 2 de febrero en recuerdo al pasaje bíblico de la Presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén (Lc 2;22-39) y la purificación de la Virgen María después del parto, para cumplir la prescripción de la Ley del Antiguo Testamento (Lev 12;1-8).
La Rosca de Reyes La Rosca de Reyes es un pastel que se horneaba en Bélgica con una semilla escondida, En España adquiere una forma de rosca o roscón. La tradición viaja por varios países del mundo incluyendo Francia y llegando a Latinoamérica en donde encuentra gran popularidad desde el siglo XVIII en México. Es allí donde la devoción toma una nueva energía y un auge con un gran espíritu familiar. La magia del pan horneado en forma circular emana un aroma distintivo y posee un arcoiris de sabor provocados por las naranjas, las cerezas, el acitrón, los higos, los orejones, los limones y la piña que lleva en su interior. La Rosca de Reyes posee pronunciados y distintivos rasgos de una fervorosa religiosidad popular donde se destaca un verdadero arte culinario. Aunque todo lo que tiene que ver con panadería y repostería llegó directamente de Europa, la tradición de colocar la semilla de un frijol o de un haba representando al Niño Jesús, en México fue remplazado por un figurín de porcelana o de plástico. Este figurín simboliza en la iglesia católica al Niño Jesús quien fue ocultado ante los ojos de Herodes y sólo lo puede encontrar aquel quien tiene fe en El. La Rosca no es simplemente un pan dulce usado para festejar un evento social o religioso. El significado es mucho más profundo, es partir el pan en familia o en comunidad para formar comunidad. La rosca es una herramienta evangelizadora en donde muchos aspectos religiosos se pueden resaltar. |
La Rosca de Reyes nos recuerda la corona de Jesucristo como el Rey de Reyes y como tal así lo reconocieron los tres Reyes Magos que llegaron a visitarlo. La forma circular también simboliza que Dios no tiene comienzo ni final, es un Dios eterno. Las frutas representan las joyas de la corona o los frutos que nos trae Jesús al encontrarlo.
La tradición consiste en quien encuentre el figurín de Jesús el 6 de enero durante el Día de Reyes se le dé el nombramiento de Padrino del Divino Niño Jesús y entre sus responsabilidades incluye la fiesta del Día de la Candelaria que se celebra el 2 de febrero y que se conoce también como el Día de la Presentación de Jesús al Templo. Es tradicional celebrar la fiesta con tamales y atole. En muchos lugares los padrinos también están encargados de vestir al Niño Dios para presentarlo a la Iglesia.
La tradición consiste en quien encuentre el figurín de Jesús el 6 de enero durante el Día de Reyes se le dé el nombramiento de Padrino del Divino Niño Jesús y entre sus responsabilidades incluye la fiesta del Día de la Candelaria que se celebra el 2 de febrero y que se conoce también como el Día de la Presentación de Jesús al Templo. Es tradicional celebrar la fiesta con tamales y atole. En muchos lugares los padrinos también están encargados de vestir al Niño Dios para presentarlo a la Iglesia.
La Presentación del Divino Niño Dios al Templo
La Presentación del Señor se celebra el 2 de febrero, y aunque no cae en tiempo de navidad es una parte integral del relato navideño. Es un lucero espiritual que alimenta la esperanza de llevar al Divino Niño Jesús al templo de nuestros corazones, a lo más profundo de nuestro ser, al centro de nuestra familia. La Presentación del Señor es la epifanía del día cuadragésimo de Nuestro Niño Jesús. La navidad, epifanía, y la presentación del Divino Niño son tres secuenciales momentos de un tríptico litúrgico.
Es una fiesta antiquísima de origen oriental. La Iglesia de Jerusalén la celebraba ya en el siglo IV. Se celebraba allí a los cuarenta días de la fiesta de la epifanía, el 14 de febrero. Desde Jerusalén, la fiesta se propagó a otras iglesias de Oriente y de occidente. En el siglo VII, si no antes, había sido introducida en Roma. Se asoció con esta fiesta una procesión de las candelas como símbolo de que Jesús es la luz del mundo. La Iglesia romana celebraba la fiesta cuarenta días después de navidad, el 2 de febrero.
Entre las iglesias orientales se conocía esta fiesta como "La fiesta del Encuentro" un nombre muy significativo y expresivo, que acentúa un aspecto fundamental de la fiesta: el encuentro del Divino Niño Dios con su pueblo. San Lucas narra el hecho en el capítulo 2 de su evangelio. Siguiendo la tradición Judía, los padres de Jesús llevaron a su hijo al templo cuarenta días después de su nacimiento para presentarlo al Señor y hacer una ofrenda por él.
En Occidente esta fiesta comenzó a ser conocida desde el siglo X con el nombre de “Purificación de la Bienaventurada Virgen María” y fue incluida entre las fiestas de Nuestra Señora. Después del Concilio del Vaticano II en 1969 se cambió el nombre por el de "La Presentación del Señor". Sin embargo, ello no quiere decir que infravaloremos el papel importantísimo de María en los acontecimientos que celebramos. Los misterios de Cristo y de su madre están estrechamente ligados, de manera que nos encontramos aquí con una especie de celebración dual, una fiesta de Cristo y de María.
La bendición de las candelas antes de la misa y la procesión con las velas encendidas son rasgos chocantes de la celebración actual. El misal romano ha mantenido estas costumbres, ofreciendo dos formas alternativas de procesión. Es adecuado que, en
este día, al escuchar el cántico de Simeón en el evangelio (Lc 2,22-40), aclamemos a Cristo como "luz para iluminar a las naciones y para dar gloria a tu pueblo, Israel".
La Presentación del Señor se celebra el 2 de febrero, y aunque no cae en tiempo de navidad es una parte integral del relato navideño. Es un lucero espiritual que alimenta la esperanza de llevar al Divino Niño Jesús al templo de nuestros corazones, a lo más profundo de nuestro ser, al centro de nuestra familia. La Presentación del Señor es la epifanía del día cuadragésimo de Nuestro Niño Jesús. La navidad, epifanía, y la presentación del Divino Niño son tres secuenciales momentos de un tríptico litúrgico.
Es una fiesta antiquísima de origen oriental. La Iglesia de Jerusalén la celebraba ya en el siglo IV. Se celebraba allí a los cuarenta días de la fiesta de la epifanía, el 14 de febrero. Desde Jerusalén, la fiesta se propagó a otras iglesias de Oriente y de occidente. En el siglo VII, si no antes, había sido introducida en Roma. Se asoció con esta fiesta una procesión de las candelas como símbolo de que Jesús es la luz del mundo. La Iglesia romana celebraba la fiesta cuarenta días después de navidad, el 2 de febrero.
Entre las iglesias orientales se conocía esta fiesta como "La fiesta del Encuentro" un nombre muy significativo y expresivo, que acentúa un aspecto fundamental de la fiesta: el encuentro del Divino Niño Dios con su pueblo. San Lucas narra el hecho en el capítulo 2 de su evangelio. Siguiendo la tradición Judía, los padres de Jesús llevaron a su hijo al templo cuarenta días después de su nacimiento para presentarlo al Señor y hacer una ofrenda por él.
En Occidente esta fiesta comenzó a ser conocida desde el siglo X con el nombre de “Purificación de la Bienaventurada Virgen María” y fue incluida entre las fiestas de Nuestra Señora. Después del Concilio del Vaticano II en 1969 se cambió el nombre por el de "La Presentación del Señor". Sin embargo, ello no quiere decir que infravaloremos el papel importantísimo de María en los acontecimientos que celebramos. Los misterios de Cristo y de su madre están estrechamente ligados, de manera que nos encontramos aquí con una especie de celebración dual, una fiesta de Cristo y de María.
La bendición de las candelas antes de la misa y la procesión con las velas encendidas son rasgos chocantes de la celebración actual. El misal romano ha mantenido estas costumbres, ofreciendo dos formas alternativas de procesión. Es adecuado que, en
este día, al escuchar el cántico de Simeón en el evangelio (Lc 2,22-40), aclamemos a Cristo como "luz para iluminar a las naciones y para dar gloria a tu pueblo, Israel".