El Poder de la Gratitud
Signo de Nobleza y Bondad
La gratitud es una virtud humana que arma el alma para ver el mundo mejor. Es un alimento espiritual que nos hace apreciar lo natural, nos ayuda a descubrir y respetar lo que nos rodea, y valorar lo que se nos ha dado, o lo que hemos alcanzado. En la gratitud encontramos elementos que nos ayudan a descubrir lo que sin ella no pudiésemos ver o sentir. La gratitud es la virtud que más humildad congrega y más amor difunde. Y es que la gratitud nos convierte en más entusiastas de lo cotidiano proporcionándonos momentos más placenteros y de un enlace gozoso que nos une a los demás. El agradecimiento nos une y nos relaciona unos con otros. Nos muestra que todos dependemos de todos y en especial de Nuestro Creador.
Signo de Nobleza y Bondad
La gratitud es una virtud humana que arma el alma para ver el mundo mejor. Es un alimento espiritual que nos hace apreciar lo natural, nos ayuda a descubrir y respetar lo que nos rodea, y valorar lo que se nos ha dado, o lo que hemos alcanzado. En la gratitud encontramos elementos que nos ayudan a descubrir lo que sin ella no pudiésemos ver o sentir. La gratitud es la virtud que más humildad congrega y más amor difunde. Y es que la gratitud nos convierte en más entusiastas de lo cotidiano proporcionándonos momentos más placenteros y de un enlace gozoso que nos une a los demás. El agradecimiento nos une y nos relaciona unos con otros. Nos muestra que todos dependemos de todos y en especial de Nuestro Creador.
Actualmente estamos viviendo una época en medio de una cultura de “exigencia” donde se exige y se demanda y se ha ido perdiendo el sentido de la gratitud, y el agradecimiento. Este síntoma egoistico se puede claramente denotar; por ejemplo, en los niños y jóvenes con respecto a sus padres y su comportamiento ante la sociedad. También hay personas que aunque prácticamente lo tengan todo en esta vida, se sienten desdichados; y hay otras que aunque carecen de más cosas y que en principio deberían de tener motivos para quejarse o sentirse más desgraciadas, se muestran agradecidas y satisfechas con lo poco que tienen. La diferencia está en la gratitud de la persona humilde, capaz de descubrir la belleza y la maravilla en todo lo que le rodea.
Es natural considerar que lo que se ha logrado conseguir por méritos propios sea gracias al esfuerzo que uno mismo ha puesto. Nos sentimos orgullosos de nuestros alcances y nos olvidamos de muchísimos aspectos que enriquecieron o enriquecen nuestra identidad como Hijos de Dios. Nos olvidamos de los dones dados por Dios para lograr nuestros triunfos, o si no, le reclamamos por nuestros fracasos. Asimismo, hoy en día es común que no valoremos las cosas sino hasta cuando las perdemos, y esto ocurre hasta con nuestra misma salud y con otros bienes a los que "tenemos derecho". Como dice Daniel Defoe: “Todo nuestro descontento por aquello de lo que carecemos procede por nuestra falta de gratitud por lo que tenemos”. La gratitud es una respuesta de apreciación, aceptación, comprensión; es una respuesta de nobleza y bondad. Cuando agradecemos de corazón hay conversión no solo en nuestra vida si no también en la del agradecido. Por lo tanto la gratitud es relacional, unifica, envuelve y es comunal.
La ingratitud y el egoísmo son hermanos gemelos, son las dos caras de un mismo naipe. Ambos no piensan más que en sí mismos, no necesitan de nadie, o todo se les debe y por eso, ¿por qué agradecer? En esta medio también es común que las personas estén dispuestas o prefieren ayudar a alguien que agradecer a alguien.
El ayudar le da al individuo un estado de superioridad mientras que el agradecer lo miran como inferioridad.
Es natural considerar que lo que se ha logrado conseguir por méritos propios sea gracias al esfuerzo que uno mismo ha puesto. Nos sentimos orgullosos de nuestros alcances y nos olvidamos de muchísimos aspectos que enriquecieron o enriquecen nuestra identidad como Hijos de Dios. Nos olvidamos de los dones dados por Dios para lograr nuestros triunfos, o si no, le reclamamos por nuestros fracasos. Asimismo, hoy en día es común que no valoremos las cosas sino hasta cuando las perdemos, y esto ocurre hasta con nuestra misma salud y con otros bienes a los que "tenemos derecho". Como dice Daniel Defoe: “Todo nuestro descontento por aquello de lo que carecemos procede por nuestra falta de gratitud por lo que tenemos”. La gratitud es una respuesta de apreciación, aceptación, comprensión; es una respuesta de nobleza y bondad. Cuando agradecemos de corazón hay conversión no solo en nuestra vida si no también en la del agradecido. Por lo tanto la gratitud es relacional, unifica, envuelve y es comunal.
La ingratitud y el egoísmo son hermanos gemelos, son las dos caras de un mismo naipe. Ambos no piensan más que en sí mismos, no necesitan de nadie, o todo se les debe y por eso, ¿por qué agradecer? En esta medio también es común que las personas estén dispuestas o prefieren ayudar a alguien que agradecer a alguien.
El ayudar le da al individuo un estado de superioridad mientras que el agradecer lo miran como inferioridad.
La ingratitud acurre también a nivel de nuestros hábitos
religiosos ya que es más frecuente pedir que dar gracias. Cuando estamos en apuros solemos "ofrecer misas", o imploramos con rezos por auxilio divino, pero ¡cuánto trabajo nos cuesta agradecer la ayuda que recibimos! Cuando estamos bien se nos olvida agradecer a Dios, pero cuando estamos mal le pedimos, o le reclamamos. Recordemos el dicho que dice: de "bien nacidos es ser agradecidos". Todo lo hemos recibido gratis de Dios: la fe, la salud, la vida, los padres, el amor". Nuestro compromiso católico nos invita a rescatar ciertos valores que van pasando por desapercibidos, y la gratitud se ha debilitado tanto que no vemos la importancia y riqueza que tiene en el desarrollo individual, familiar y comunal.
Hemos de ser agradecidos con el Señor por los innumerables beneficios que continuamente nos otorga, hemos de ser agradecidos por los dones y cualidades que nos ha dado para ser quienes somos, hemos de corresponder con amor al gran amor que él nos tiene. Sí, porque amor con amor se paga. Pero no olvidemos que el mejor modo de amar a Dios es amar a los hombres porque son criaturas suyas. Y no sólo con palabras, sino con obras y en verdad. Una fe sin acción es una fe muerta. La gratitud forma parte de una manera de visualizar el mundo, es la capacidad de valorar y saber apreciar lo mucho que puede hacer todo acto que favorezca a nuestro bienestar personal y social. Decir gracias tiene efectos saludables, ya que restablece el equilibrio psicológico, físico y espiritual, reconcilia con la vida y llena a las personas de emociones positivas.
El agradecimiento es una cosa que todos llevamos tan dentro, tan innata, tan humana, que no hay nada que nos moleste tanto como el que no nos den las gracias cuando hemos hecho un favor a alguien. Y esa actitud del ingrato que pasa de largo junto a su bienhechor la hemos denotado con el dicho: “si te he visto no me acuerdo”. Las personas agradecidas se sorprenden con lo que reciben porque no tienen expectativas, casi nunca están ansiosas ni depresivas, agradecen su condición y viven más tranquilas. Además, esa actitud les abre las puertas
para conseguir todo lo que desean con más facilidad.
Todos nosotros dependemos esencialmente primero de Dios que nos ha creado, nos da la vida, salud, aire, agua, una naturaleza que gozar y admirar. Y dependemos de los demás. Esta doble dependencia es la que ha consagrado el Señor con el doble mandamiento de amar a Dios y al prójimo. Todos dependemos de todos. Echad una mirada al sin fin de personas a las que debemos algo de nuestra vida: padres, hermanos, amigos, maestros, médicos, sacerdotes, religiosos, personas que nos prestan sus servicios. Ninguno de nosotros, si no está loco, puede decir que no necesita a nadie.
El lugar primordial donde podemos dar gracias por todo lo recibido es en la Eucaristía, no olvidemos que Eucaristía significa "buena gracia", acción de gracias. Por eso nos reunimos en la Misa para agradecer a Dios el don de nuestra fe, de nuestra vida, de nuestra redención. A Él le debemos, como dice San Agustín "la existencia, la vida y la inteligencia; a él le debemos el ser hombres, el haber vivido bien y el haber entendido con gratitud. Nuestro no es nada, a no ser el pecado que poseemos”. Sepamos reconocer y agradecer. Escapémonos del dicho “tanto tienes, tanto vales", o “el tiempo es dinero”.
A lo largo de su vida, Jesús enseño a cuantos le siguieron, los curó, y sanó a los enfermos que acudieron a Él. La fama de su poder y compasión era cada vez más grande; más sin embargo, siempre estuvo agradecido hacia su Padre he hizo su voluntad. En el pasaje cuando Jesús se encuentra con los diez leprosos, escucha su exclamación
angustiada y dolorida, súplica ardiente de quienes se encuentran al borde de una situación crítica, oración vibrante y esperanzada, que solicita con todas las fuerzas del alma que sus cuerpos se vean libres de aquella podredumbre que
carcomía su carne, Jesús los escucha y sencillamente los sana, y después de ser sanados solo uno regresa a
agradecerle, y es el menos esperado, el samaritano.
Precisamente un extranjero samaritano, se da cuenta de la grandeza de su curación y vuelve para dar gracias a Jesús. El encuentro con Jesús lo transforma en una persona nueva, en una persona renovada. En nuestro caso la lepra viene a ser como un símbolo del pecado, enfermedad mil veces peor que daña al hombre en lo que tiene de más valioso. Sólo el samaritano se vio plenamente renovado, pues "su fe le había salvado". Jesús nos enseña continuamente que hay que ser agradecidos, de no resaltar lo que hacemos gratis, y ser generosos sin esperar nada a cambio.
Pidamos a Jesús que seamos como ese samaritano que volvió a dar las gracias al Señor por haberlo curado de tan terrible enfermedad. Que con el mismo ímpetu supliquemos la compasión Divina, que confesemos con humildad y sencillez nuestros pecados para poder recibir de Dios el perdón y la paz, la salud del alma, mil veces más importante que la del cuerpo. Tengamos en cuenta, además, que la ingratitud cierra el paso a futuros beneficios y la gratitud los abre. Pensemos que es tan grande el don recibido, que no agradecerlo es inconcebible, señal clara de egoísmo. Por el contrario, ser agradecido es virtud evidente de nobleza y de bondad que son cualidades del amor. La gratitud es la memoria del corazón y del espíritu que transforman lo que actualmente tenemos para hacerlo suficiente y hasta en mucho más.
El agradecimiento es una cosa que todos llevamos tan dentro, tan innata, tan humana, que no hay nada que nos moleste tanto como el que no nos den las gracias cuando hemos hecho un favor a alguien. Y esa actitud del ingrato que pasa de largo junto a su bienhechor la hemos denotado con el dicho: “si te he visto no me acuerdo”. Las personas agradecidas se sorprenden con lo que reciben porque no tienen expectativas, casi nunca están ansiosas ni depresivas, agradecen su condición y viven más tranquilas. Además, esa actitud les abre las puertas
para conseguir todo lo que desean con más facilidad.
Todos nosotros dependemos esencialmente primero de Dios que nos ha creado, nos da la vida, salud, aire, agua, una naturaleza que gozar y admirar. Y dependemos de los demás. Esta doble dependencia es la que ha consagrado el Señor con el doble mandamiento de amar a Dios y al prójimo. Todos dependemos de todos. Echad una mirada al sin fin de personas a las que debemos algo de nuestra vida: padres, hermanos, amigos, maestros, médicos, sacerdotes, religiosos, personas que nos prestan sus servicios. Ninguno de nosotros, si no está loco, puede decir que no necesita a nadie.
El lugar primordial donde podemos dar gracias por todo lo recibido es en la Eucaristía, no olvidemos que Eucaristía significa "buena gracia", acción de gracias. Por eso nos reunimos en la Misa para agradecer a Dios el don de nuestra fe, de nuestra vida, de nuestra redención. A Él le debemos, como dice San Agustín "la existencia, la vida y la inteligencia; a él le debemos el ser hombres, el haber vivido bien y el haber entendido con gratitud. Nuestro no es nada, a no ser el pecado que poseemos”. Sepamos reconocer y agradecer. Escapémonos del dicho “tanto tienes, tanto vales", o “el tiempo es dinero”.
A lo largo de su vida, Jesús enseño a cuantos le siguieron, los curó, y sanó a los enfermos que acudieron a Él. La fama de su poder y compasión era cada vez más grande; más sin embargo, siempre estuvo agradecido hacia su Padre he hizo su voluntad. En el pasaje cuando Jesús se encuentra con los diez leprosos, escucha su exclamación
angustiada y dolorida, súplica ardiente de quienes se encuentran al borde de una situación crítica, oración vibrante y esperanzada, que solicita con todas las fuerzas del alma que sus cuerpos se vean libres de aquella podredumbre que
carcomía su carne, Jesús los escucha y sencillamente los sana, y después de ser sanados solo uno regresa a
agradecerle, y es el menos esperado, el samaritano.
Precisamente un extranjero samaritano, se da cuenta de la grandeza de su curación y vuelve para dar gracias a Jesús. El encuentro con Jesús lo transforma en una persona nueva, en una persona renovada. En nuestro caso la lepra viene a ser como un símbolo del pecado, enfermedad mil veces peor que daña al hombre en lo que tiene de más valioso. Sólo el samaritano se vio plenamente renovado, pues "su fe le había salvado". Jesús nos enseña continuamente que hay que ser agradecidos, de no resaltar lo que hacemos gratis, y ser generosos sin esperar nada a cambio.
Pidamos a Jesús que seamos como ese samaritano que volvió a dar las gracias al Señor por haberlo curado de tan terrible enfermedad. Que con el mismo ímpetu supliquemos la compasión Divina, que confesemos con humildad y sencillez nuestros pecados para poder recibir de Dios el perdón y la paz, la salud del alma, mil veces más importante que la del cuerpo. Tengamos en cuenta, además, que la ingratitud cierra el paso a futuros beneficios y la gratitud los abre. Pensemos que es tan grande el don recibido, que no agradecerlo es inconcebible, señal clara de egoísmo. Por el contrario, ser agradecido es virtud evidente de nobleza y de bondad que son cualidades del amor. La gratitud es la memoria del corazón y del espíritu que transforman lo que actualmente tenemos para hacerlo suficiente y hasta en mucho más.
Gracias a Ti, ya no me encuentro tan solo, eres Tu quien vive en mí