
Dentro de cada uno de nosotros hay un deseo, un afán, un anhelo constante que nos lleva a la búsqueda de satisfacer, lo que muchas veces, se convierte en una afanosa necesidad y persecución incesable de algo que sacie la sed de un vacío desconocido que llevamos en nuestro interior. Quizás uno de los objetivos principales
en nuestra vida es buscar una felicidad que destierre todo aquello que nos pueda disturbar. Lamentablemente, en ese caminar, quizás encontraremos momentos cortos de una disfrazada felicidad. Muchas personas tratan de satisfacer esa sed interior con el placer, las drogas, las distracciones, el trabajo, y muchas otras cosas más empeorando la sequedad interior.
Si no eres feliz, o no encuentras un significado, o un propósito en tu vida es porque hay un desbalance en tu ser. Para encontrar un equilibrio que nos ayude a visualizar nuestro existir, hay que reconocer que somos seres humanos espirituales. No solo somos un conjunto de órganos que acarrean sangre y oxígeno para darnos vida, sino que somos un espíritu humanizado, un espíritu encarnado, un espíritu vestido de carne. Para buscar un balance, por lo tanto, debe haber un equilibrio entre la mente, el cuerpo, y el alma.
Si se siente una sed interior que no se logra mitigar, es indicación de una deficiencia espiritual. En el capítulo cuarto de Juan, Jesús se encuentra al lado de un pozo con una mujer samaritana que llevaba en su interior un vacío. Ella había cambiado de marido por varias ocasiones, no encontraba felicidad en ninguna de sus relaciones. La samaritana, en esta historia, simboliza las personas que llevan en el fondo de su corazón una sed desconocida, pero que busca, y no se niega a ser sanada. El ser humano por naturaleza trata de la mejor manera posible de encontrar profundidad y plenitud en su vida. Por lo tanto, cuando solo se satisface lo corporal; lo espiritual llora, grita, se angustia y se manifiesta con intranquilidad, descontento, aburrimiento, desgano, depresión, y otras señales oprimentes y hogadoras.
en nuestra vida es buscar una felicidad que destierre todo aquello que nos pueda disturbar. Lamentablemente, en ese caminar, quizás encontraremos momentos cortos de una disfrazada felicidad. Muchas personas tratan de satisfacer esa sed interior con el placer, las drogas, las distracciones, el trabajo, y muchas otras cosas más empeorando la sequedad interior.
Si no eres feliz, o no encuentras un significado, o un propósito en tu vida es porque hay un desbalance en tu ser. Para encontrar un equilibrio que nos ayude a visualizar nuestro existir, hay que reconocer que somos seres humanos espirituales. No solo somos un conjunto de órganos que acarrean sangre y oxígeno para darnos vida, sino que somos un espíritu humanizado, un espíritu encarnado, un espíritu vestido de carne. Para buscar un balance, por lo tanto, debe haber un equilibrio entre la mente, el cuerpo, y el alma.
Si se siente una sed interior que no se logra mitigar, es indicación de una deficiencia espiritual. En el capítulo cuarto de Juan, Jesús se encuentra al lado de un pozo con una mujer samaritana que llevaba en su interior un vacío. Ella había cambiado de marido por varias ocasiones, no encontraba felicidad en ninguna de sus relaciones. La samaritana, en esta historia, simboliza las personas que llevan en el fondo de su corazón una sed desconocida, pero que busca, y no se niega a ser sanada. El ser humano por naturaleza trata de la mejor manera posible de encontrar profundidad y plenitud en su vida. Por lo tanto, cuando solo se satisface lo corporal; lo espiritual llora, grita, se angustia y se manifiesta con intranquilidad, descontento, aburrimiento, desgano, depresión, y otras señales oprimentes y hogadoras.

Existe en nosotros una sed por encontrar la felicidad; mas sin embargo, muchas veces nos encaminamos por senderos equivocados, estancados meramente en cosas terrenas como la mujer samaritana que no consigue apagar su sed. Muchos vamos de pozo en pozo, de lujar en lugar, de relación en relación, de tienda en tienda, de droga en droga, o de vicio en vicio, buscando nuevos alicientes para apagar la sed que nos tortura, que nos agobia y que a la final se continua con aun más sed, con más deseos, y con muchas más necesidades, y no hay nada ni nadie en este mundo que colme totalmente esa anhelo. Solamente saliendo del ámbito superficial, y buscando lo trascendental es que el individuo puede encontrar paz interior. Lo trascendental se encuentra en Jesús, en quien da un agua que no viene embotellada, sino un agua que da Vida Eterna, un Agua Viva.
Jesús dice que “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed. Pero el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed; más el agua que yo le daré, se convertirá dentro de él en un manantial de agua capaz de dar la vida eterna.” Jesús nos está ofreciendo la oportunidad de no solo encontrar felicidad en la tierra, sino que también, felicidad eterna. Por lo tanto, si queremos reajustar nuestro ser para encontrar un equilibrio, debemos acercarnos a Jesús para que nos inunde con el agua de su infinito amor.
Jesús dice que “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed. Pero el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed; más el agua que yo le daré, se convertirá dentro de él en un manantial de agua capaz de dar la vida eterna.” Jesús nos está ofreciendo la oportunidad de no solo encontrar felicidad en la tierra, sino que también, felicidad eterna. Por lo tanto, si queremos reajustar nuestro ser para encontrar un equilibrio, debemos acercarnos a Jesús para que nos inunde con el agua de su infinito amor.

Necesitamos ir a Jesús y confiar en Él, pedirle de beber como la mujer samaritana que le dijo "Señor, dame de ese agua: así no tendré más sed". Entonces, el secreto de la verdadera felicidad depende en aceptar el amor que Jesús ofrece, y responder con un amor de fe. Solo Él puede saciar esa incertidumbre que abate al ser. Creer en Jesús es beber de los ríos de agua viva que brotan de su corazón; es abrirse a Él para que viva en nosotros y nos convierta en un cantaros, una vasijas de esperanza y reposo Espíritual. “La esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que El mismo nos ha dado” (Rom. 5:5)

“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva...” El don de Dios es el Espíritu Santo, el que nos unge de dones espirituales para prepararnos mejor y enfrentar nuestra vida terrenal y guiarnos a la vida eterna. Si nos concentramos en saciar la sed en cosas materiales siempre serán pasajeras y caducas. Es en el agua viva del Espíritu en el que podemos saciar la auténtica sed del alma, la sed de Cristo, es decir, la paz interior, la alegría profunda y plena de nuestro espíritu, de nuestro ser. Cristo dice en la cruz: Tengo sed. En su dolor humano, Jesús pide por el agua que va a saciar su sed para dejarnos el agua de la vida eterna. Si deseamos encontrar un equilibrio en nuestra vida debemos equilibrar nuestra existencia con el manantial de esa agua viva, la que nos limpia de todo aquello que nos enceguece a ver la verdadera felicidad. Pidamos al Señor que escuche nuestro lamento, que limpie nuestras lágrimas, y que sacie nuestra aridez.